A pesar de las crecientes preocupaciones sobre los microplásticos y la salud, la ONU volvió a no lograr un acuerdo sobre un tratado global de plásticos. La influencia de la industria y las divisiones políticas frenan la acción.
A pesar de la abrumadora evidencia de los riesgos para la salud y el medio ambiente que representan los plásticos, el mundo sigue estancado. Se han encontrado microplásticos en la sangre, pulmones, placentas e incluso en la leche materna humana. Y, sin embargo, no existe una política global vinculante sobre plásticos. ¿Por qué? Esta es la pregunta crítica que se planteó una vez más en la reunión más reciente del Comité Intergubernamental de Negociación (INC) de las Naciones Unidas, celebrada en Ginebra durante el verano de 2025. El objetivo era claro: redactar un tratado global legalmente vinculante para frenar la producción de plástico y eliminar los aditivos químicos nocivos. ¿El resultado? No hubo acuerdo. No hubo marco. No hubo progreso.
Más de 2,600 delegados de 183 países asistieron. El apoyo público a la acción es abrumador. Según un estudio de GlobeScan, los microplásticos superan al cambio climático y la contaminación oceánica como la principal preocupación entre los ciudadanos globales. Casi el 70 % de los encuestados citó los riesgos para la salud relacionados con la exposición al plástico como su principal preocupación. Y, sin embargo, la política y los intereses económicos continúan frenando el impulso.
¿Por qué es tan difícil lograr un consenso sobre la política del plástico? La respuesta radica en los intereses nacionales en conflicto y la influencia de poderosos lobbies petroquímicos y de plásticos. Naciones como Estados Unidos, Arabia Saudita y otros países productores de petróleo, junto con gigantes corporativos como Shell y ExxonMobil, se oponen a las restricciones que podrían amenazar sus modelos de negocio. Holly Kaufman, del Proyecto de Plásticos y Clima, lo expresó claramente: “El tratado de plásticos es fundamentalmente un tratado de combustibles fósiles.”
Este abismo fue evidente en Ginebra. Aunque muchas naciones apoyaron una reducción gradual en la producción de plástico y la eliminación de químicos tóxicos como los PFAS, la oposición de los estados petroleros detuvo cualquier progreso significativo. Un resultado similar ocurrió nueve meses antes en Corea del Sur, destacando un patrón preocupante: la conciencia global es alta, pero la voluntad política es alarmantemente baja.
El reciclaje de plástico, a menudo considerado la solución, ha demostrado ser en gran medida ineficaz. Menos del 10 % de todos los plásticos producidos globalmente se reciclan realmente. El resto se incinera, se deposita en vertederos o se desecha, a menudo en naciones en desarrollo que no están equipadas para manejar tales desechos. Esto ha llevado a escenas de refugios de cartón y acumulación de desechos plásticos en vertederos en el Sur Global, un recordatorio claro del desequilibrio en la responsabilidad y el impacto.
Calvin Frost, presidente de Channeled Resources Group, ha criticado durante mucho tiempo la narrativa del reciclaje de plástico. Argumenta que el reciclaje se ha convertido en una distracción utilizada por la industria para evitar abordar el problema raíz: la sobreproducción. Su serie en dos partes sobre el “Fraude del Reciclaje de Plástico” dejó al descubierto lo que muchos ya sospechaban: el reciclaje de plástico es más un ejercicio de relaciones públicas que una estrategia ambiental viable.
Sin embargo, algunas marcas parecen entender la gravedad de la crisis. Fisk Johnson, CEO de S.C. Johnson, expresó “extrema decepción” por el fracaso en establecer siquiera un marco en Ginebra. Es un sentimiento compartido por millones. Mientras los gobiernos flaquean, las marcas tienen una oportunidad—y una responsabilidad—de actuar. Al comprometerse con contenido reciclado, reducir el uso de plástico virgen y eliminar aditivos nocivos, pueden satisfacer las crecientes demandas de los consumidores y ayudar a establecer el estándar para una producción responsable.
Aun así, el optimismo se ve moderado por el realismo. Sin una fecha futura para la próxima reunión, el camino hacia un tratado global sigue siendo incierto. Pero la demanda de acción es inconfundible. La industria del plástico está en una encrucijada: continuar con el negocio habitual o abrazar la transformación por el bien de la salud pública y la sostenibilidad planetaria.
Como Frost recuerda con acierto las palabras de Calvin de Calvin & Hobbes: “Nos hemos encontrado con el enemigo, y somos nosotros.”
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